martes, 24 de agosto de 2010

Misa Fronteriza de Luis Humberto Crosthwaite.

Misa fronteriza
Por Luis Humberto Crosthwaite

Bienvenidos todos a esta misa fronteriza.
(Haciendo la señal de la cruz.)
En el norte los Estados Unidos,
en el sur México;
en medio, de este a oeste, una franja.
Yo confieso, ante la Frontera todopoderosa y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, y que seguiré haciéndolo por los siglos de los siglos. Por tu culpa, por tu culpa, por tu grande culpa, Frontera entre México y Estados Unidos. Por eso ruego a todos los santos, y a los que se dicen santos, que intercedan por mí ante ustedes y que tengan misericordia de estas palabras.
ii
Creo en una sola Frontera, tierra de nadie, espacio, área, río, muro: límite norte de México, límite sur de Estados Unidos, república de enmedio, orilla del mar que no es del todo agua y no es del todo arena, donde la esperanza y la desesperanza son amantes y se toman de la mano sin importar lo que diga la gente; donde ciudades, pueblos y ranchos se casan, se divorcian y se vuelven a casar.
Frontera: división, muro latente, línea divisoria, desgajamiento, culo y corazón de Latinoamérica. Ahí, ahí, la vida arde, duele, pero también se goza. La música de la frontera es para todos y todos bailan y todos se dejan llevar por el ritmo de esa tierra de incertidumbre, a veces desierto, a veces río, a veces ciudad, a veces pueblo, a veces rancho. Tres mil kilómetros de franja y de ilusiones rotas. La central de autobuses más grande del mundo. Lugar para no quedarse, transitoria parada de ferrocarril donde la gente espera, donde la gente espera, donde la gente espera.
Hotel de paso es la frontera. Guarida de la dicha y la desdicha. Albergue temporal para el caminante, para el que huye, para el que busca. Puerta de entrada y salida.
Cuando ya haya logrado cruzar ese muro, dime ¿es segura la felicidad?
Los nuevos conquistadores desean encontrar los huertos donde el dólar crece en los árboles, donde igual se pizcan legumbres que billetes verdes. Tan sólo cruzar esa frontera, tan sólo franquear ese límite; lo demás, lo de menos.
Dicen que allá, en el otro lado, la vida es mucho más fácil.
Dicen que allá, los patrones gringos nada más nos esperan para darnos trabajo y un poco que comer.
Dicen que allá matan a la gente por tener la tez morena.
Dicen que allá hay cazadores, rancheros pistoleros que resguardan la frontera como si fuéramos coyotes detrás de su ganado.
Dicen que allá hay grupos racistas, esperándonos.
Dicen que allá nos achacan los males del mundo.
Dicen que allá todos somos terroristas.
Dicen que allá, compadre, es mejor que aquí, y aunque yo deje mi tierra, y aunque deje mi familia por un puñado de dólares, todo será por su bienestar, todo será por darles algo de comer, todo será por ellos.
Amén.
iii
Hermanos:
Mi nombre es Luisumberto y soy fronterizo.
Me declaro así, abiertamente, sin pena ni gloria.
Confieso ante ustedes que mi religión es la frontera.
Monotemático, me dicen. Aburro y divierto al mejor de los escuchas. Proclamo en las esquinas de las calles más transitadas, en las cantinas y en los congales la Buena Nueva de esta franja que me atraviesa el cuerpo como atraviesa al mundo. Estoy biseccionado entre dos países y dos culturas, me declaro triunfador y derrotado en la guerra de los cowboys contra los mariachis.

iv
(Haciendo la señal de la cruz.)
En el norte los Estados Unidos,
en el sur México;
de este a oeste,
atravesando el continente americano,
la frontera.
Lectura del evangelio según Luisumberto.
Donde se habla de la música como pista sonora de la vida. Amén.
En el principio fue José Alfredo Jiménez.
Y José Alfredo estaba junto a Dios, y José Alfredo era Dios.
Que se me acabe la vida frente a una copa de vino y que te diga el destino que vas a vivir sin mí.
Las canciones del señor Jiménez, himnos nacionales cada una dellas, canto al corazón destrozado, música para levantar tequila y brindar por ella. Si te cuentan que me vieron muy borracho, orgullosamente diles que es por ti. El mariachi suena como trompeta en los jardines de Jericó. En una sinfonola presiona la combinación de números para escoger la canción que le dé paz al desdichado y esperanza al dolido. Al fin que yo tendré el valor de no negarlo. Música y voz se conjugan en el sentimiento de un pueblo, ¡sí señor! Prédica en la voz de sus apóstoles, llámense Chavela Vargas, Lola Beltrán o Jorge Negrete. José Alfredo encontró la manera de abrirle el pecho a los machos más machos para encontrar en él las fibras más lloronas y sensibles del corazón. El más rudo de los rudos se hinca ante la belleza y ruega por un beso, un besito tan siquiera. Me cansé de rogarle, quizás, me cansé de decirle, pero nunca dejé de hacerlo. Y solo. Y olvidado en el rincón de una cantina, el macho de los machos, ícono de la mexicanidad puede llorar porque el maestro Jiménez le da permiso. En otro tiempo, qué esperanza que un charro chillara por una vieja que le ha pagado mal. El charro se reponía de sus penas como si se hubiera caído de un caballo, simplemente sacudiéndose los pantalones y con un trago de tequila se buscaba a la que sigue. En cambio, en cambio, en cambio José Alfredo nos brindó la oportunidad de sentir ese dolor. Terapeuta de México, nos dijo que chillar liberaba, que hacer una rabieta de vez en cuando o sufrir así nomás porque sí no era nada de qué apenarse. Incluso el charro, el más charro de todos, el más macho de todos, podía soltar el llanto como se suelta la rienda de un caballo blanco.
Siempre caigo en los mismo errores, no importa, lo confieso abiertamente. La debilidad no mató al macho, nada más lo hizo llorón. Y el corazón del mexicano se transformó cuando se acabó la fuerza de su mano izquierda. Para ello, para promulgar este sufrimiento, José Alfredo requería una banda de charros, igual de machos e igual de llorones, con sombrero enorme y trajecito ajustado, violines, trompetas, guitarras y guitarrones, los instrumentos del sentimiento mexicano. Y junto a José Alfredo, siguiendo su credo y su dolor, otros siguieron sus pasos: Cuco Sánchez, Juan Záizar, Vicente Fernández, entre muchos otros. Y junto a ellos, el mariachi, emblema de México. Guitarras de medianoche que vibran bajo la luna.
Con esa voz y con ese sentimiento, el mariachi reinó como amo y señor de las tierras mexicanas.
Hasta que llegaron los cowboys.
v
Hermanos:
Mi nombre es Luisumberto y mi religión es la frontera. No se dejen engañar: soy más alto de lo que parezco, menos bruto, más miope, mejor esposo, peor amante, enaltecido padre de familia, ridículo comediante de palabras. Estoy ante ustedes, tal como soy, biseccionado, dividido entre el aquí y el allá. ¿Les dije que estoy biseccionado? ¿Quieren que les muestre mi bisección? Atraviesa mi alma de un extremo a otro. Es la frontera, brother, la traigo tatuada en el brazo; la frontera, beibi, la llevo atravesada en el pescuezo; la frontera, míster, se me ha metido al corazón y ahí está clavada. Y ahí es donde la quiero.
Mi nombre es Luisumberto y cargo la frontera en mis bolsillos, echa pedazos; doblada para que no haga bulto y me dejen cruzar con ella en las aduanas del mundo. Mírenme. Cierren los ojos y mírenme. Imaginen el planeta Tierra, el hemisferio norte, el continente americano: ahí donde se acaba el imperio y empieza la podredumbre: ahí mero, en ese mismo espacio donde se acaba un país poderoso que pretende estar en todos lados pero no: ahí, miren ustedes, acérquense, ¿la ven?: esa es la frontera, mi fronterita preciosa: pequeña, sonriente, llorona, llorona de mis amores.
Desde muy chiquito, cómo explicarles, me indicaron que la frontera sirve para dividir familias. Mis tías vivían en el otro saite, mientras mi amá y yo vivíamos en Tijuana. Cada domingo las visitábamos, cada domingo comenzaba el peregrinaje y la enorme fila para cruzar al norte y el pasaporte y el sabor de los dulces gringos que tanto me gustaban.
Pero en realidad ese cerco no limitaba a naiden; cruzando la frontera, mis tías seguían hablando español y seguían escuchando música mexicana y seguían festejando con ese gusto y esa pasión por la fiesta que sólo he conocido en ellas.
Desde entonces, sin que me diera cuenta, mi religión era la frontera. ¿Yo qué sabía que aparte del país del norte y aparte del país del sur existía esa tierra de nadie y de todos que se llama la frontera? Ahí, donde mis pies se enlodaban, donde jugaba con canicas y trompos y pistas de carritos Jot Güils.
Cuando era pequeño ni siquiera escuchábamos decir "la frontera", le decíamos "la línea", y la línea estaba ahí para cruzarse de aquí para allá y de allá para acá, nadie lo impedía, y yo, niño, ni siquiera detectaba el rostro de los malencarados guardianes preguntándole a mi mamá "¿qué trae de Mécsicou?, señora", "¿cuánto dinero trai?, señora", "¿cuál es el motivo de su visita a los Estamos Undidos", why are you crossing the border, bitch; why are you here, godammit; don't you have anything better to do?
vi
Pero mucho me temo que en la guerra de los cowboys contra los mariachis, los cowboys llevan la delantera. Más sobre esto en el noticiero de las once.
vii
Oremos.
Nos quitaron mucha tierra, luego nos echaron de esa tierra.
Quisimos regresar y todavía lo estamos haciendo.
Nos golpean, nos dicen puercos mexicanos, váyanse de aquí.
Pero seguimos cruzando.
Nos dicen frijoleros grasosos, nada tienen que hacer en la tierra de la libertad.
Pero seguimos cruzando.
Construyeron un muro de metal y dijeron con esto ya no van a cruzar los puercos mexicanos.
Pero seguimos cruzando.
Levantaron detrás de ese muro otra gran muralla de concreto y dijeron ahora sí, ahora sí los vamos a detener.
Pero seguimos cruzando.
Amenazaron con traer a los marins.
Pero seguimos cruzando.
Nos amenazaron grupos neonazis y los encapuchados del Ku Klux Klan quisieron incendiar cruces a lo largo de mi frontera.
Pero seguimos cruzando.
Intensificaron el patrullaje, reclutaron más hombres, sobrevolaron helicópteros para que fuera más difícil acercarnos a las ciudades y a los campos agrícolas que nos dan trabajo.
Nos detuvieron un poco, es cierto. Pero decidimos entonces cruzar por el desierto, por las montañas, por donde ellos decían que la naturaleza nos impediría el paso. Nadie cruza por ahí, nadie se atreve, decían ellos; pero seguimos cruzando, y por ahí empezamos a morir.
Miles de latinoamericanos han muerto intentando cruzar la frontera entre México y Estados Unidos. El frío, el calor insoportable, el desierto, el río, las montañas nos están tragando.
Pero seguimos cruzando.
viii
En el principio fue José Alfredo Jiménez.
Pero José Alfredo nunca se imaginó que en el norte de México, o sea, en el Sur de Estados Unidos, se fraguaba un mestizaje y de ese mestizaje brotaría un sonido nuevo.
Bendita sea por siempre nuestra música.
El acordeón nos llegó del norte y el bajo sexto nos llegó del sur. Ya existían desde hace mucho, pero fue ahí, en la frontera, donde se conocieron, se enamoraron y se pusieron a cantar.
Bendita sea por siempre nuestra música.
Acordeón y bajo sexto es el mínimo requerido para hacer una banda de música norteña. Y luego la voz, una voz de preferencia gangosa, sin entrenamiento, una voz que desate sentimiento y sepa contarnos hazañas antiheroicas.
Bendita sea por siempre nuestra música.
La indumentaria es primordial. Podrías ser un virtuoso del acordeón; pero si no llevas el traje adecuado, nada tiene sentido. Botas vaqueras, sombrero tipo Stetson, pantalones de mezclilla con gruesos cinturones y hebillas con imágenes de caballos. Sin olvidar las botas picudas como para matar cucarachas en las esquinas. O sea, un auténtico cowboy.
Bendita sea por siempre nuestra música.
Luego no hay que olvidar el nombre. El conjunto norteño debe tener el nombre exacto. Puedes cargar orgullosamente tu lugar de origen (los Tucanes de Tijuana, los Cadetes de Linares, los Alegres de Terán, los Invasores de Nuevo León) o puedes usar cualquier nombre y simplemente agregarle la palabra "norte" (los Tigres del Norte, los Bravos del Norte, los Huracanes del Norte, los Relámpagos del Norte, los Intelectuales del Norte) o bien, a falta de imaginación, puedes usar tu nombre de pila (Carlos y José, Luis y Julián, Miguel y Miguel).
Bendita sea por siempre nuestra música.
Se tocan los instrumentos una vez tras otra, la misma tonada, los dedos sobre botones o cuerdas, una y otra vez hasta el cansancio, hasta la aburrición, hasta que se empieza a creer que nada de eso tiene sentido y se dejaría por completo si no fuera porque los parroquianos piden más y más, y muchas veces están borrachos e insisten con la misma, la misma canción.
Ésa que me habla de Josefina, mi viejo amor traspapelado.
Ésa otra que trae memorias de Julieta, la que se fue sin dejarme su retrato.
O una canción genérica, dedicada a todas ellas, a cualquiera.
O una que se refiera a mí, que soy todos ellos, que soy cualquiera.
¿Cómo se llama la canción?
No importa.
Es la misma.
Una vez tras otra, la misma.
Ésa que me trae recuerdos de Aurorita, mi mamá.
Esa otra que me reúne con mi familia, que está lejos, añorando mi regreso.
Algo bailable, por favor, que envuelva de felicidad estas ganas de comer, para que se me olvide el hambre, aunque sea unos momentos.
En manos de un músico norteño esa canción llenará por unos instantes el agujero que va creciendo en el corazón de los hombres y las mujeres que están lejos de su tierra. Y no habrá oscuridad. Y no habrá soledad. Y no habrá silencio.
Bendita sea, por siempre, nuestra música.

ix
Lo anuncia el periódico____ en su sección de deportes.
Marcador final: cowboys 3, mariachis 0.
x
Esta es palabra del señor:
Estaba un grupo de trabajadores, contemplando ese muro que es la frontera, preparándose para cruzarlo, esperando el mejor momento de la oscuridad. De repente, uno entre ellos, llamado Chuy, ese que había decidido mostrarles el camino porque ya había cruzado varias veces, extrajo de su morral un poco de comida para compartir entre sus compañeros.
Porque él mismo, llegada la hora en que había de cruzar la frontera, habiendo dirigido a los suyos hasta ese lugar donde se decía que no había tanta vigilancia, extrajo los últimos alimentos que le restaban. Y mientras cenaba, tomó la tortilla, la partió y se la dio a sus compañeros, mientras decía:
"Tomad y comed todos de ella porque esto es lo último que nos queda y la jornada será muy larga".
Del mismo modo, acabada la cena, sacó una botella de tequila de su morral y, dando gracias de nuevo, la pasó a sus compañeros diciendo:
"Tomad y bebed de este tequila, producto del agave y de mucho trabajo bajo el sol, producto de campesinos explotados para que unos cuantos se puedan divertir".
Así pues, con mucha seriedad, empezaron ellos el recorrido. Saltaron ese muro cabrón, uno a uno. Y cuando el señor Chuy les decía "Corred", corrían. Y cuando el señor Chuy decía: "Escóndansen entre los matorrales", se escondían.
Esta es la palabra del señor.
Sin embargo la tecnología y las camionetas nuevas de la migra y los helicópteros que sobrevolaban pronto dieron con ellos. Y el señor Chuy exclamó: "Córranle, cabrones, sálvese el que pueda". Y muchos de ellos lograron escapar, llegar a los campos agrícolas, trabajar, ganar cuatro dólares la hora.
Pero otros, entre ellos el Chuy, fueron capturados por la migra.
"¿Quién de ustedes es el líder?", preguntaba el migra más grande.
Pero nadie contestaba.
"¿Quién de ustedes es el que los trajo aquí?".
Y nadie contestaba.
Entonces la migra comenzó la golpiza, así, así, cada golpe dolía en el cuerpo, puñetazos, patadas, macanazos. Hasta que el Chuy, no queriendo que los demás sufrieran por su culpa, le dijo al migra: "Yo soy ése que buscas".
Entonces los golpes fueron para él, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... los tres migras se turnaron entre ellos. Y le dijeron todo tipo de vilipendios en inglés. Lo golpearon hasta el cansancio, porque se decían entre ellos: "¿Cómo vamos a dejar que un mexicano, un simple mexicanito se burle de nosotros?".
Y no dejaron de golpearlo hasta que llegó el silencio. Hasta que el Chuy no respiró más.
Sus compañeros creyeron que sufrirían el mismo destino, pero la sed de los migras estaba colmada. Los subieron a una camioneta, de esas que llaman perreras, y los retacharon para México.
Cuando llegaron a la ciudad fronteriza, la historia pronto corrió entre las cantinas. Uno que se llamaba Pedro dijo yo no conozco a ese Chuy, no lo conozco, no lo conozco. Aunque era su compadre.
Pero otro que se llamaba Pablo, que ni siquiera estuvo ahí, ni siquiera lo conoció, fue quien lo hizo famoso. Escribió un corrido que después grabaron los Tigres del Norte para gloria de los migrantes indocumentados. Para gloria de todos ellos.
Amén.

xi
Digamos con fe y esperanza:
Frontera Nuestra que estás en la Tierra, dividiendo al mundo
Inventada por las culturas ricas para mantener afuera a las pobres
Maldita sea tu presencia segregadora, pero bendita sea tu presencia porque nos has dado vida a nosotros, los fronterizos
No nos impidas cruzarte porque cruzarte es nuestro regocijo y nuestra necesidad: atrás de tus confines se encuentra el pan de cada día
Perdona a los que nos ofenden, impidiéndonos el paso, ya que nosotros no podemos perdonarlos
No nos dejes caer en tentación, y líbranos de George W. Bush.
Líbranos de todos los líderes que, buscando la bendición y el apoyo económico de la Casa Blanca, le entregan su país y el trasero al gobierno norteamericano, y concédenos la paz que tanto anhelamos. Salva a los países árabes de las botas gringas, que las familias de allá son como las familias de acá y su sangre derramada es como nuestra sangre derramada
Sálvalos a ellos porque así, sólo así, nos salvaremos nosotros
xii
Ésta es la frontera que quita los pecados del mundo. Dichosos los invitados a cruzarla.
Ésta es la madre de todas las fronteras.
Y todas las fronteras somos una sola.
Frontera entre India y Pakistán, ruega por nosotros.
Frontera entre las dos Irlandas, ruega por nosotros.
Frontera entre Israel y Palestina, ruega por nosotros.
Frontera entre México y Guatemala, ruega por nosotros.
Frontera entre Europa y África, ruega por nosotros.
Fronteras de Irak y Siria, rueguen por nosotros.
Fronteras entre Estados Unidos y el resto del mundo, rueguen por nosotros.
Fronteras de la pobreza, de la necesidad, del olvido, rueguen por nosotros.
Todos somos la misma frontera.
Pero la mía es la madre de todas ellas.
Peregrino del mundo, recorro las ciudades para dar a conocer el evangelio. Que yo era incrédulo pero ahora tengo el corazón encendido de pasión.
Señora, por favor escúcheme. Usted que es ama de casa y que se siente sola, incluso rodeada de niños. Señorita, por favor, usted que camina con la cabeza en alto y no voltea a verme porque cree que halagaré su cuerpo delicioso. Señor repartidor de Coca Cola. Señor gendarme. Señora profesora. Señorita prostituta. Vengo a este lugar para proclamar la verdad y esa verdad es indivisible, alimenta a los que tienen hambre, da esperanza a los que les falta fe.
xiii
Caminito del narcotráfico, tú que pasas por mi Frontera, dime una cosa, ¿cómo le haces pa seguir cruzando?

xiv
Carta del apóstol san Luis Humberto a los michoacanos.
De Luis Humberto, llamado por voluntad del señor a ser apóstol de la Música Norteña.
A los michoacanos que, consagrados por ser migrantes, serán llamados también fronterizos:
1. Quizás deba explicarme, pa que mejor mentiendan. Para mí el rock and roll era la única neta del mundo. Yo era uno de esos rocanroleros ortodoxos, a la antigua usanza, rudos e implacables. Usaba pantalones de mezclilla raídos y deslavados, camisetas con la efigie de Jim Morrison o John Lennon. Tenía el cabello largo y me cepillaba los dientes con bicarbonato de sodio. Me deleitaban los Beatles, los Rolling Stones, Santana, los Who y todo aquel buen rock que, según yo, circulaba en el aire antes de la llegada de la música disco, que había mandado todo a la mierda.
2. No lo hubiera admitido en aquel entonces, mi pasado pagano, pero ser un rocanrolero de línea dura tenía sus desventajas sociales. Si algún amigo me invitaba a una fiesta en su casa, se daba por hecho que yo llegaría con mis discos, rigurosamente elepés, y no permitiría que se tocara otra cosa. Comencé a perder amigos, incluso a los que yo consideraba mis aliados más cercanos. Ellos se volvían progresistas, escuchaban grupos nuevos, techno, hip hop, rock en español y luego intentaban convencerme de nuevas bandas que, según ellos, seguían los caminos de Dylan y de Bowie. No hice caso de sus palabras, los llamaba traidores, les retiraba la palabra y me encerraba en mi casa, abrazando mis elepés de Abbey Road y Let it bleed. Me sentía cada vez más solo, convencido de tener razón. No me importaba ser el último rocanrolero del planeta; si así fuera, ni modo. Nadie me doblegaría. Nadie.
3. Hasta que sucedió.
4. Y lo documento aquí, en esta casa de ______, para ojos y oídos de todos. Porque una vez fui ciego y ahora he encontrado el Verdadero Sendero. Una vez, sin saberlo, naufragaba, y ahora he descubierto tierra firme, mi hogar, mi cabaña, mi destino.
5. No hace mucho tiempo viajaba a través del desierto de Altar, en una motocicleta Vespa, rumbo al poblado de Damasco, Sonora, donde debía realizar algunas diligencias. Hacía un calor insoportable, incluso en la noche, que yo resistía pensando en canciones de Led Zeppelin.
6. De pronto, de la nada, una luz, una intensa luz que provenía del cielo, cayó encima de mí y me tumbó de la motocicleta. Oh, sí.
7. Hombre de poca fe, creí que se trataba de uno de los tantos ovnis que más de un ranchero sonorense había mencionado que se avistaba en esa parte del desierto.
8. Pero no. Era mucho más que eso.
9. También era una voz.
10. Una voz que me decía (léase con voz de Dios en película de Cecile B. De Mille): "Luisumberto, Luisumberto, ¿por qué me persigues?".
11. Ah, chingao.
12. La voz era clara y, a pesar de que aparentaba venir desde muy lejos, la escuchaba como un murmullo cercano, cercanito a mi oreja.
13. "¿Yo?", le dije. "Yo no persigo a naiden. Yo nomás voy parallá, rumbo a Damasco".
14. Guardé silencio y la voz también guardó silencio, como si estuviera pensando lo que le dije.
15. Hasta que me puse nervioso de tanto silencio, y pues, acá, todavía nerviosón, se me ocurrió decir: "Y a todo esto, usted ¿quién es, qué se trae por estos lares?, ¿pa qué me anda tumbando de mi moto?".
16. La voz no tardó en contestarme.
17. (Léase de nuevo con voz divina) "Yo soy el pastor que anda en busca de su oveja descarriada. Ahora, jubiloso por haberla encontrado. Soy José Alfredo Jiménez".
18. Ah, chingao.
19. Si existía un solo mexicano que no sabía quién era ese tal José Alfredo, era yo. A mí que me preguntaran los nombres y los signos zodiacales de los Beatles. Era tanto un gilipollas en aquella época que ni siquiera sabía quién era El Señor. No sabía de sus canciones, de su pasión y de su muerte: sacrificio para salvar a los pecadores, aquellos que se habían alejado de La Verdadera Música, como yo, como tantos otros.
20. Porque Él bien me lo dijo aquella noche, rumbo a Damasco: "Sólo la Música Fronteriza es la Palabra, sólo en sus corridos, en sus boleros, en sus cumbias, polkas, chotís y en los ritmos del acordeón y bajo sexto se puede encontrar el auténtico significado de la vida".
21. "Pero yo quién soy, Señor, un humilde rocanrolero. Seguramente hay otros en el mundo, más capacitados para difundir Su música".
22. Me resistí, pues. Estaba cabrón cambiar así, de la noche a la mañana. Yo qué sabía de esas ondas. Para mí era música bien naca, como los vallenatos y la salsa y el merengue y todo aquello que no tuviera un requinto eléctrico y una batería.
23. No me daba cuenta de que yo era el candidato ideal; si un rocanrolero ultra, como yo, pregonaba la música de los Tigres del Norte y los Relámpagos del Norte y los Bravos del Norte, más de uno sabría que ésa era la verdadera verdad y se convertiría a la Causa sin pensarlo dos veces.
24. Claaaaaaro.
25. "No dudes", me dijo el Señor. "Yo mismo, en una época, me desvié del Camino creyendo que el sonido de mariachi era mejor que el norteño. Pensé, en un tiempo, que los mariachis eran mejores que los cowboys.
26. "Ahora quiero que recorras el mundo, quiero que pregones en nombre mío".
27. Órale pues. Llegué a Damasco en la mañana y me compré lo necesario: botas de punta y un sombrero vaquero, pantalones de mezclilla nuevos, cinturón grueso con hebilla plateada, un discman y hartos cidís de grupos como los Huracanes del Norte, los Tiranos del Norte, los Relámpagos del Norte.
28. Mis amigos se sorprendieron al principio; pero me aceptaron al darse cuenta de que era mucho más tolerante y buena persona con ellos.
29. Mi labor evangelizadora ha sido tranquila. Cada domingo recorro las casas y hablo de mis creencias y de las palabras del Señor.
30. "En el principio fue José Alfredo Jiménez".
31. Y alguna gente me escucha y exclama "aleluya". Y otra gente, cada vez más poca, me dice "Sorry, aquí puro Chente Fernández". Y otra ni siquiera abre la puerta cuando por la ventana observa mi ropa de cowboy y mi paquete de cidís bajo el brazo.
32. Contento y en paz con el mundo sigo mi largo camino. El desierto se extiende mucho más allá de Sonora, mi destino es recorrerlo todo, llevando como armas sólo la Palabra y la Música.
33. Amén.
xv
Hermanos en la fe:
Ya con ésta me despido, pero pronto doy la vuelta.
Sólo resta invitarlos a cruzar la frontera. Cuando ustedes vean una, donde quiera que se encuentre; cuando estén frente a ella y sientan el poderoso llamado, no se aten a los mástiles, no cierren los ojos, no pasen de largo con gran indiferencia; arrójense, más bien. Crucen, crucen, crucen. Que no quede una frontera en este mundo sin cruzar, crúcenlas todas, que al fin para eso están ahí. Para eso delimitan, para eso nos restringen, nos retan, nos agreden. Para eso, para que crucemos la línea que forman, para desaparecerla en el momento que la traspasamos.
Y si alguien les impide el paso, ustedes crucen.
Y si les dicen que no, ustedes crucen.
Y si les dicen que nada tienen que hacer ahí, ustedes crucen esa frontera.
El mundo es de todos.
Ytodosestamos
invitadosa la fiesta.
Pueden ir en paz, esta misa ha terminado.

6 comentarios:

  1. De lo mejor que he leído, qué suerte haberlo encontrado gracias a su mención en un artículo de Juan Villoro. Alabado sea Luis Humberto!

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  2. Nosotros tuvimos que leerlo y reflexionar acerca de las funciones representativas sociales que aparecen en el texto, en este caso, los pensamientos, expectativas, rasgos de identidad y justificación de comportamiento proyectados por un personaje que gracias a su lugar de origen, se encuentra permeado por dos culturas diferentes que lejos de querer separar, atraviesa como una tira de hilo que uniera ambas tramas. Excelente texto, felicitaciones a su autor. Ojalá escriba de nuevo.

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  3. Aleluya, San Luis Humberto, profeta del Dios José Alfredo. Genial interpretación de lo que es la frontera,tu texto no pasa de moda, tanto daño hacen las fronteras todas las fronteras, pero para eso están para cruzarlas.Juan Villoro difundiendo tu misa que ya es mi facorita.

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  4. San José Alfredo se regocija con su mejor apóstol, el juglar de las fronteras, que deben caer como el muro de Berlín

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